I PREMIO del CONCURSO de RELATOS de TERROR y MISTERIO HALLOWEN 2024
RELATOS GANADORES
EL SUEÑO
Sofía es una joven de 16 años que durante la s vacaciones y algunos fines de semana solía trabajar de niñera. Principalmente lo hacía para ganar algo de dinero, y también porque le encantaban los niños.
Un viernes, Sofía recibió una llamada de una
señora llamada Gema. Estuvo explicándole que necesitaba una niñera el sábado
para cuidar a sus hijos. Le comentó que estarían sólo sus dos hijos y le dio la
dirección de su casa. Sofía, sin pensarlo, dijo que sí.
Al día siguiente se dirigió a la casa y la
madre la saludó y le hizo un gesto para que entrara.
Sofía entra y conoce a los niños, que son muy
simpáticos, y la madre se despide. Tras
un rato, la madre escribe a Sofía diciéndole que un amigo llamado Pedro se iba
a pasar por la casa. Sofía se enfada por no habérselo comentado antes, pero lo
deja pasar. Como dijo la madre, Pedro llegó, no era un mal chico, pero sí notó
que los otros dos niños estaban muy distantes de él, como si no lo vieran.
También notó que Pedro no dejaba mirar
a Sofía señalándole sitios como si quisiera decirle algo. En una de esas, Pedro
le señala el sótano.
Sofía, con curiosidad, va a ver y, de pronto,
nota como si alguien la empujara por las escaleras y se desmaya.
Cuando se levanta, se da cuenta
de que está en un hospital. Allí, con ella, estaban sus padres y Gema. Le
explican a Sofía que, cuando Gema llegó a casa, la encontró en el suelo del
sótano, con golpes y moratones, como si alguien le hubiera dado una paliza.
Sofía les contó lo último que recordaba, que Pedro le señaló el sótano y todo
lo demás.
Gema, sorprendida, le pregunta que quién era
Pedro, que ella en ningún momento le había dicho nada de que alguien iba a
pasarse por la casa y que probablemente sólo habría sido un sueño.
LUCÍA YUSTE RODRÍGUEZ 1ºESO C
LA DESAPARICIÓN DE WILLIAN HORPET
El señor J.M. Thompson
dobló la esquina sumido en sus pensamientos de negocios y grandeza. A su
alrededor, las calles de Shire bullían de actividad, repletas de peatones
apresurados y vehículos ruidosos. Todo esto no preocupaba al señorThompson,
pues tenía otras preocupaciones en mente, cosas mucho más graves. Hacía tan
sólo unos días desde la llegada a sus oídos la noticia de la extraña
desaparición de su compañero, William Horpet, el cual, había abandonado su domicilio
con prisas, sin forcejeo, y había huido de la ciudad de forma sospechosa. Las
autoridades no tenían pistas de ninguna clase para encontrar al susodicho, y
las investigaciones hacían aguas. El comité de la empresa del señor Thompson
había tomado por costumbre reunirse los martes y los jueves para tomar el rumbo
del nuevo producto capilar que tenían previsto lanzar para el próximo mes, pero
sin Horpet, el secretario, el retraso que se produciría podría echar a perder
todo el lanzamiento. Además, al señor Thompson le encantaba reprocharle a
Horpet lo horribles que eran sus ideas y proyectos, de los cuales ninguno había
llegado a tener éxito, y suponían una pérdida de tiempo para la empresa.
El señor Thompson llegó
a las puertas de la oficina y entró de mal humor, como todas las mañanas. Tenía
la intención de ignorar la desaparición de Horpet y centrarse en rehabilitar el
proyecto para el lanzamiento y encontrar a un nuevo secretario. Por desgracia,
su tesorero, Jack Nelton, le recordó todo el asunto de la desaparición cuando
tan sólo había
avanzado unos pasos por
recepción.
-¡Señor Thompson, qué
alegría volver a verle! -exclamó alegremente Nelton abriéndose paso entre las
sillas dispuestas por toda la sala. Thompson gruñó por toda respuesta y echó a
andar sin detenerse. Sabía que Nelton le seguiría y le hablaría de lo que
tuviera que hablarle mientras andaban. Como esperaba, el tesorero no tardó en
alcanzarle.
-Señor Thompson, verá,
nos han llegado nuevas noticias sobre la desaparición del secretario, y pensé
que le gustaría saberlas -le soltó de un tirón, como si llevase horas deseando
decir esas palabras. El señor Thompson asintió solemnemente con la cabeza,
aguardando las nuevas.
-Hemos sabido que Horpet
desapareció junto a todas las cosas de valor que había en su casa, y que todos
los posibles testigos han desaparecido también -explicó Nelton. El señor
Thompson resopló con frustración. No había duda, Horpet era un vulgar ladrón,
que tras cometer un robo se había dado a la fuga. Aunque le costaba creerlo,
pues Horpet siempre
había sido su compañero,
casi un amigo.
El señor Thompson llegó
a su despacho, y comenzó a trabajar con tanto énfasis que no tardó en olvidarse
de Nelton, de Horpet y de todos sus problemas. Hasta el día siguiente, donde
todo acabó por torcerse.
El señor Thompson iba de
camino a la oficina, como cada día, cuando un coche de policía se detuvo al
bordillo de la acera, se apearon dos agentes y le indicaron que se detuviera.
-¿Es usted el señor
Thompson, residente del número 42, 3c de la calle Surcon Streat? -le
preguntaron autoritariamente.
-Así es agentes.
-respondió el aludido con una mueca de sorpresa -¿He hecho algo malo?
-Negativo -contestó uno
de los policías -Hemos encontrado un cadáver, y necesitamos que usted compruebe
la identidad del muerto. Necesitamos la confirmación de que se trata de William
Horpet.
El señor Thompson, aún
sorprendido, se metió en el interior del coche patrulla y se dejó conducir
hasta el hospital. Allí, le hicieron pasar hasta la sala donde reposaba el
cuerpo. El señor Thompson se armó de valor, y se asomó donde la policía le
había indicado. Y se llevó una mano al pecho, porque aquel hombre no era
Horpet, era Jack Nelton, su tesorero, que yacía con una herida de puñal a la
altura del corazón.
Así se lo comunicó a los
agentes de policía. También les contó que justamente el día anterior había
hablado con aquel hombre sobre la desaparición de Horpet. Entonces las cosas
dejaron de tener sentido para Thompson.
-No puede ser -le
respondieron -Este hombre lleva muerto cuatro días, desde la desaparición de
William Horpet. Creemos que fue él el asesino.
-Pero ¿Cómo puedo morir
Nelton hace cuatro días si hablé con él ayer mismo? -quiso saber Thompson. Los
agentes lo pensaron unos instantes.
-¿Cree que Jack Nelton
sigue en su oficina? -le preguntaron a Thompson. Él respondió que, claramente,
el cadáver de la sala anterior era el de Nelton. Pero, ¿Había un gemelo? ¿Eran
dobles? ¿O algo más se les escapaba?
No sabía que decir, de
modo que los agentes le indicaron que se montara en el coche patrulla de nuevo,
y pusieron rumbo de vuelta a su oficina. Una vez allí, en la puerta, los
agentes le indicaron que entrara, que tuviera cuidado y que lo esperarían fuera
con Nelton. El señor Thompson no entendía nada, pero hizo lo que le ordenaban.
Entró.
-¡Señor Thompson, llega
tarde hoy! -dijo Jack Nelton, vivito y coleando, mientras andaba hacia él.
Thompson abrió mucho los ojos, sin comprender absolutamente nada, e hizo lo que
le habían indicado. Contestó con un gruñido, como siempre, y le hizo una señal
a Nelton para que lo siguiera al exterior.
-Queda detenido -dijeron
inmediatamente los agentes en cuanto Jack Nelton salió del edificio. ÉL puso
cara de desconcierto y levantó los brazos.
-¿Ocurre algo, agentes?
-preguntó, pero su voz tenía un matiz peligroso.
- Acompáñenos a comisaria
de inmediato, tenemos que interrogarle- contestaron ellos, acercándose.
De pronto, sin aviso
previo y sin saber cómo, dos puñales descendieron por las mangas de Nelton, y
el tesorero se abalanzó sobre los agentes con las armas en alto. Fue suicida.
Los agentes desarmaron rápidamente a Nelton y le hicieron caer de rodillas al
suelo con las manos en la espalda.
-¿Qué…? – Preguntó el señor
Thompson, sin entender nada de lo que sucedía-. Los agentes lo miraron.
-Este no es Jack Nelton-
explicaron-. Y, con rápido movimiento, uno de los agentes pellizcó uno de los
pliegues de su cuello y retiró la perfecta máscara que lo cubría ante los ojos
desorbitados de Thompson.
La luz del sol iluminó los iracundos rasgos de William Horpet.
DIEGO
PEÑA OSTOS ( 2ºESO B)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.